El padre Declan Huerta Murphy es desde hace seis años uno de los exorcistas de la diócesis de Cuenca. Normalmente es un sacerdote corriente, como cualquier otro párroco, pero desde que en 2019 cumple el pedido del obispo suena, al menos una vez cada año, “ese teléfono”. Los casos son variados, desde posesiones hasta vejaciones o infestaciones como consecuencia de la práctica de ritos africanos, caribeños o, sin irse tan lejos, afectados por males de ojo.
Autor: José María Carrera Hurtado
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