Glosábamos en un artículo anterior la tesis de Leonardo Castellani, que hallaba la razón última de la decadencia española en una religiosidad teatrera que, hacia el siglo XIX, habría cristalizado en fariseísmo, una ‘esclerosis religiosa’ que, en sus versiones más extremas, puede llegar al crimen. Pues el fariseo, que al principio se conforma con ser hipócrita y santurrón, con el tiempo llega a despreciar y aborrecer a los auténticos creyentes, a los que termina persiguiendo con saña y fanatismo implacables. Puesto que la España actual ha dejado de ser un país religioso, podríamos considerar que la plaga del fariseísmo ha desaparecido también. Muerta la fe –podríamos pensar–, se muere también su tumoración o excrecencia parásita, con lo que al fin España se aprestaría a iniciar una nueva era de esplendor. «¡Muerto el perro se acabó la rabia!», podríamos exclamar, alborozados, en el…
Autor: Juan Manuel de Prada

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