Desde los primeros siglos, la Iglesia ha reconocido en la Santísima Virgen María no solo a la Madre del Señor, sino al modelo perfecto de lo que significa ser plenamente humano a la luz de la gracia.
Ella es la criatura en quien Dios manifestó con mayor esplendor el poder redentor de Cristo. Por eso, la teología, la liturgia y la piedad popular convergen en torno a cuatro grandes verdades definidas solemnemente por la Iglesia: los dogmas marianos.
Estos dogmas —la Maternidad divina, la Virginidad perpetua, la Inmaculada Concepción y la Asunción al cielo— no son simples honores devocionales. Son afirmaciones de fe que protegen el núcleo del misterio cristiano: la Encarnación del Verbo, la redención del hombre y la esperanza de la vida eterna. Cada uno de ellos ilumina el rostro de Cristo y revela lo que el ser humano está llamado a ser cuando se abre plenamente a la…
Autor: INFOVATICANA
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