La periodicidad del año jubilar encuentra una interesante consonancia en la cadencia con la que solemos celebrar con especial intensidad los matrimonios capaces de perdurar en el tiempo: 25 años, bodas de plata; 50 años, bodas de oro; 75 años (algo cada vez más raro, por desgracia), bodas de platino. Un crescendo de valor que tanto los esposos como el círculo de sus amigos y familiares sienten la necesidad de destacar de manera especial, porque la duración de un matrimonio nos habla de la fuerza de una relación que ha superado las inevitables dificultades sin romperse. Por eso, ahora que disolver un matrimonio se ha vuelto tan común y tan fácil, su duración es en sí misma un testimonio de gran valor; pero también es un signo que se mira con sentimientos contradictorios: de envidia (qué afortunados, se ve que ha sido un amor especial…), de escepticismo (al fin y al…… Continuar leyendo
Autor: Mariolina Ceriotti Migliarese
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