Las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan conocen bien el pasaje evangélico. Un joven que cumple rigurosamente todos los mandamientos desea, sin embargo, asegurarse la vida eterna; desea, digámoslo así, llevar una vida virtuosa más exigente que rebase el mero cumplimiento de los preceptos. Jesús le propone entonces vender todo lo que tiene y dárselo a los pobres, propuesta que entristece al joven, que se marcha, suponemos que para seguir siendo un riguroso cumplidor de los mandamientos.
La exégesis de este pasaje evangélico hace mucho énfasis en la riqueza del joven. De hecho, el evangelista vincula su actitud final a sus riquezas: «Se fue triste, porque tenía muchas posesiones». Pero, más allá de que fuese rico, el rasgo de carácter de ese joven que se acerca tan impetuoso a Jesús y que, apenas un minuto después, marcha con el rabo entre las piernas, es la falta de…
Autor: Juan Manuel de Prada

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