Autor: Javier Lozano
La Iglesia crece por atracción, por un testimonio de vida y de fe que provoca en el otro un deseo de pertenecer, de ser, de tener aquello que da la felicidad. Y lo mismo ocurre en muchas ocasiones con la vocación religiosa. Incluso en el seno de una misma familia.
Esto es lo que ha sucedido con la familia Clarke y la espiritualidad dominica. Tres hermanos han acabado en la orden, dos chicas como dominicas de Nashville, uno de los grandes fenómenos vocacionales en EEUU, y un varón como fraile.
Todo fue en cadena y por esta atracción. Beatrice llevó en coche a su hermana pequeña para que visitara a las dominicas de Nashville, pero fue precisamente la hermana mayor la que acabaría primero como monja. Un año más tarde la seguiría su hermana. Y tras varias visitas a la comunidad y conocer en mayor profundidad la espiritualidad dominica fue Paul el que decidió seguir los pasos de Santo…
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