Desde el punto de vista antropológico, la aparición del hombre sobre la faz de la Tierra no se determina midiendo cráneos de homínidos, ni analizando su ADN, sino por el hallazgo de enterramientos. Al hombre lo distingue el signo del misterio y la esperanza, que lo empuja a enterrar a sus muertos. Como señala Chesterton, «es inútil comparar la cabeza del hombre con la cabeza del mono si nunca pasó por la cabeza del mono enterrar a otro de su especie en una tumba con nueces para ayudarle a alcanzar el celestial hogar de los simios». Lo que distingue al hombre de otra especie animal es una misteriosa naturaleza mística que trata a los muertos reverencialmente.
Enterrar a los muertos puede considerarse sin exageración el cimiento de cualquier forma de civilización, que considera al muerto res sacra. En todas las civilizaciones que en el mundo han sido, los mandatos que prohíben dar…
Autor: Juan Manuel de Prada

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