Olé por el párroco de Torrecaballeros. En negrita, subrayado y con aplauso atronador. Porque ya era hora de que alguien, con sotana y principios, dijera: “¡Hasta aquí hemos llegado!” Ya basta de comulgar —y en este caso, nunca mejor dicho— con ruedas de molino fabricadas por los mismos de siempre.
Resulta que nuestro protagonista, socialista, gay, alcalde (y sí, en ese orden, como si fuera un ranking olímpico de progresismo), ha decidido que tiene un derecho divino a recibir la comunión. ¿Por qué? ¡Porque él lo vale! Aquí estamos, señores, viendo cómo se convierte el altar en un escenario para los antojos personales, al más puro estilo «Realities Sacros».
Pero no nos quedemos en la superficie: este buen hombre no está pidiendo comulgar tras haberse confesado, arrepentido o intentado vivir según la doctrina. ¡Qué va! Aquí estamos hablando de recibir el…
Autor: Aurora Buendía
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