No es la primera vez que escribo sobre él y sé que no será la última, ya que su persona me admira y su personaje me asombra. Ponerle el atributo de “personaje” desmerece a la grandeza de su misión, disfrutada y sufrida en horas de reconocimiento social y aplauso, así como en tiempos de perfil bajo y silencio. Esa es la balanza que mide a los sujetos admirables. Pero antes de seguir, me veo obligado aclarar que no me siento cómodo ante los panegíricos (me causan golpes de vergüenza ajena), por lo que procuro ponerme de perfil si alguien me sugiere colaborar en el trenzado de una corona de laureles. Menos aún las alabanzas cuando caen sobre alguno de mis trabajos (me incomodan tanto como si me lanzaran, sin previo aviso, un cubo de agua al rostro seguido de un puñado de harina).
No quiero distraerme. He aclarado que no es la primera vez ni será la última que escriba…
Autor: Miguel Aranguren
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