El de Abby Johnson es quizá el caso más conocido de cómo una directiva abortista puede dejar «la telaraña del aborto» gracias a la oración. Su abandono y demanda a Planned Parenthood, -la compañía abortista líder en los Estados Unidos- suscitó que no pocas empleadas siguiesen su ejemplo. Una de ellas es Mayra Rodríguez, amiga «muy querida» de Johnson que cosechó una exitosa carrera directiva en la multinacional. En 2016, una terrorífica imagen y una oración le llevaron a enfrentarse «al Goliat» del aborto.
Entrevistada por Provida Latam -una de las principales organizaciones en defensa de la vida de todo Hispanoamérica- Rodríguez detalla que se crio en una familia católica de Ciudad de México (México), donde «el aborto no era un tema del que se hablase» con frecuencia.
Con 18 años, apasionada de la medicina y buscando alcanzar el manido «sueño americano», Rodríguez emigró a los Estados Unidos donde acabó viendo truncada su carrera en el ámbito médico.
¿Un «lado bonito» en Planned Parenthood?
Sin trabajo y con una profunda vocación de ayudar, acudió a una entrevista en Planned Prenthood persiguiendo defender a las mujeres migrantes con dificultades, pero en ningún caso practicar abortos.
«Cuando me preguntaron, les dije que no haría abortos pero que si otros lo hacían era su problema. No quería trabajar en abortos, pero sí ayudar a mujeres y trabajar `en el lado bonito´», explica. Al principio, sus peticiones fueron escuchadas por la multinacional sin importar que careciese de permiso de trabajo o título universitario.
Uno de sus primeros deberes fue la promoción de métodos anticonceptivos con los que de hecho creía que salvaba numerosas vidas del aborto, mientras comenzaban las vigilias de oración de grupos provida ante las clínicas donde trabajaba.
«Era una `superdefensora´ de los derechos reproductivos y estaba convencida de que salvaba más vidas que los provida. Les veía rezando fuera y decía que salvaba a más bebés con las pastillas que ellos con su oración. Creía que hacía un excelente trabajo previniendo muchos abortos», asegura.
Directora del mayor abortero de Arizona
Rodríguez «lo daba todo por su trabajo», pero no tardó en presenciar que proporcionando anticonceptivos no solo «no ayudaba» a otras mujeres, sino que estaba fomentando «la mentalidad proaborto».
Como el de Abby Johnson, su ascenso en Planed Parenthood fue meteórico. Poco después de incorporarse, la nombraron asistente de la directora en una clínica, coordinadora de entrenamiento a nuevas empleadas en todo el Estado de Arizona y, en 2010, directora de dos clínicas en Arizona.
«Era una feminista de capa y espada y tenía peleas con mi familia y amigos en las que decía que el aborto era solo el 3% del trabajo realizado en Planned Parenthood y que solo hacía el otro 97%, que era ayudar a las mujeres», recuerda.
La multinacional le galardonó como empleada del año y en 2016, «como si fuese un premio», le ofrecieron dirigir el centro de abortos más grande de Arizona. Reticente, Rodríguez aceptó la propuesta.
Hoy, considera parte de su misión defender la humanidad de los trabajadores de estas clínicas y explicar que, como ella, «no todos son demonios» y «muchos creen que están haciendo un bien a la mujer».
Arrastrada por la inercia y «atrapada en la telaraña del aborto» como muchos otros trabajadores de este sector, pronto se convenció de que «esas mujeres con tres hijos estarían mejor matando a un cuarto hijo que podría `darles problemas´».
Perforaciones, bebés «en la basura» y mala praxis
Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que «las más dañadas aparte del no nacido son las mujeres, siendo lastimadas emocional y psicológicamente, pero también físicamente».
Uno de los ejemplos que expone son los casos diarios de perforaciones intrauterinas ocurridas durante los abortos, y que tanto los doctores que practican la operación como la propia institución niegan repetidamente.
«El director general de Arizona que supervisaba a todos los médicos era el que más perforaba y más complicaciones tenía [durante los abortos]. Yo no quería callarme y empecé a denunciarlo», explica.
En aquel momento, las oraciones de los provida ante la clínica, su ímpetu por ayudar a las mujeres y denunciar lo sucedido y una desgarradora escena serían otras de las «similitudes» con el caso de Abby Johnson que llevarían a esta directiva local a enfrentarse contra el «Goliat» abortista.
«Vino una chica de 19 años con 14 semanas de gestación. Le arrancaron [al bebé] los brazos, piernas y torso y al recomponerlo, la asistente le dijo al abortista que faltaba la cabeza, pero no quiso ir a revisarlo», recuerda.
Cuando Mayra le interrogó, un «busque en la basura» fue la única respuesta que recibió, una práctica repetida con cierta frecuencia en centros abortistas. Sin embargo, tras un nuevo ultrasonido, comprobaron que la cabeza del bebé aún seguía en el interior de la joven. «Le realizaron dos legrados en menos de 30 minutos, le rasparon, le quitaron el DIU que le habían insertado y le retiraron la cabeza. Nunca le dijeron nada», explica.
Con Dios y los provida frente a Goliat
Para Mayra, aquella fue «la gota que colmó el vaso», similar a la imagen recordada por Abby Johnson durante la realización de un aborto: «Salí corriendo de la clínica y dije: `No aguanto más, voy a denunciarlo y mientras yo tenga que reportar, [el doctor] no seguirá atendiendo a más pacientes».
La decisión no le salió gratis: Cuatro días después fue despedida y le acusaron de tener narcóticos en su despacho sin guardar bajo llave. «Sabía que me estaban poniendo una trampa y tenía que hacer algo: era yo contra el gigante», relata.
Sola frente a una poderosa multinacional acostumbrada a destripar legalmente a todas aquellas empleadas que se atreviesen a hablar de lo ocurrido en las clínicas, Rodríguez encontró ayuda donde menos lo esperaba. Los provida que rezaban frente a su clínica la acogieron, le proporcionaron la ayuda del abogado provida Tim Casey y, tras dos años de litigio, ganaron la demanda.
Rodríguez se convirtió así en la primera mujer migrante en la historia de los Estados Unidos en ganar una demanda por despido injustificado, «algo que no habría logrado sin el apoyo de los que rezaban fuera».
Recuerda, además, que no solo les debe la libertad: «Una de aquellas señoras rezaba por mí. Entonces solo sentía odio y rencor, y me preguntó si necesitaba ayuda para sanar espiritualmente. Mi sanación espiritual me devolvió a la Iglesia de la que me había alejado durante [mis 16 años] en Planned Parenthood y supe que [en todo ese tiempo] lo que menos hice fue ayudar a las mujeres».
Hoy, gracias a la labor de los rescatadores y grupos provida de oración –recientemente ilegalizados en España– Mayra Rodríguez está «del lado de la vida». «Mi vida fue salvada gracias a la oración de tantas personas desde fuera de los centros abortistas. Les agradezco esas oraciones, la principal fuente de mi conversión», concluye.