“No es acabar con la vida de alguien, sino con su sufrimiento”. Así hablan unos sanitarios españoles que ya han hecho eutanasias.
ElDiario.es, publicación muy pro-eutanasia, lo pone en titular. Si se lo repiten mucho, quizá se autoconvenzan. Pero parece que hay algo en su interior, algo profundo, que no se convence. Cuando acabas con la vida de alguien, acabas con su sufrimiento terrenal… y con muchas más cosas, todas las cosas que implica la vida. ¿Eso es ser médico?
Hacer eutanasias afecta a la psicología del eutanasiador. Ellos mismos lo admiten y señalan. Es útil escuchar a los eutanasiadores novatos, médicos o enfermeras. Entienden, siente, que lo que hacen no es como cuidar ni curar. Es otra cosa. Intentan repetirse que es acompañar, pero ellos mismos ven que no se parece a otros acompañamientos: acompañan al mismo al que van a quitar la vida.
Los eutanasiadores admiten su desconcierto emocional en ElDiario.es y éste lo lleva al titular: «[Los eutanasiadores] Denuncian falta de acompañamiento emocional en una experiencia difícil, aunque aseguran que volverían a hacerlo».
Habla el eutanasiador
Andreu Pallars (no es su nombre real) firmó en Médicos por la Eutanasia. Doctor de cabecera en un población catalana pequeña, ha empezado a hacer eutanasias cuando estaba a punto de jubilarse.
Su víctima (antes paciente) «tenía una enfermedad terminal, pero todavía le quedaban unos años de vida», explica. «Siempre es triste ver morir a un paciente que conoces pero, en este caso, se le suma el hecho de que lo has ayudado tú», admite. Es algo distinto.
ElDiario.es es muy pro-eutanasia pero no duda en calificar la experiencia de eutanasiar de «abrumadora y dura». “Yo me sentí muy solo. Era al principio de la ley y nadie tenía experiencia”, explica el eutanasiador.
Lo del «dolor incapacitante» como causa para eutanasiar, el mismo eutanasiador ve que no hay forma de medirlo, así que se limita a eutanasiar a quien se lo pide si se convence de que eso es «ayuda» o «acompañamiento». Pero, ¿y si pasado el tiempo el eutanasiador se arrepiente?
La enfermera: «Tenía la sensación de que lo había matado yo»
Habla también la enfermera eutanasiadora que ayudó a este doctor. Lo que dice es revelador: «La noche anterior me costó muchísimo dormir: he puesto muchas bombas para que mis pacientes mueran sin dolor, pero esto es distinto. Tenía la sensación de que lo había matado yo”. Quizá porque eso era lo que hizo.
«Tenía la sensación de que lo había matado yo», admite la enfermera eutanasiadora.
Ella repite al periódico que tiene claro que no hizo nada malo, pero eso no le quita el sentimiento de culpa. “El momento de la muerte fue muy difícil, pero luego llamamos a la familia, que esperaba en otra habitación”, recuerda. “Se dio una situación muy fría y extraña, que nadie sabía muy bien cómo afrontar”, cuenta.
¿Qué lo hace tan distinto a otros momentos en que mueren pacientes? Quizá el hecho de que lo han matado personas que están en la sala, ¡en la casa!, y los parientes siempre lo sabrán, y lo recordarán al ver esa habitación.
El eutanasiador añade: «Es una muerte especial, rara, y muchas veces es el enfermo quien mantiene la serenidad, pero cuando él ya no está, no se sabe nunca qué va a pasar”.
Y la enfermera eutanasiadora: «Yo aguanté el tipo hasta que salimos de la casa, luego me puse a llorar. Fue un día muy duro, porque a los pocos minutos ya estaba en el centro médico y se suponía que tenía que llevar a cabo mi jornada laboral como si nada hubiera pasado”.
Es una clave de la eutanasia: no es ‘normal’, no es parte de la vida, no es muerte natural, no es lo mismo morirse a que te maten… y hay que fingir que sí lo es.
Acallar la voz profunda, «prepararse» para matar
Algo profundo y humano dice al eutanasiador que lo que ha hecho no está bien, no es normal. Hay que acallar esa voz. Pallars, el eutanasiador de este artículo, se ofrece a ayudar a acallar esas voces. Es lo que él intenta.
En Cataluña, la Generalitat pide que los psicólogos de Fundación Galatea, especializados en atender a sanitarios, apoyen a los eutanasiadores. Toni Calvo, presidente de Galatea, explica que lo que pasa en la psique de un eutanasiador es algo absolutamente extraño.
“La muerte siempre está presente en este oficio, pero esto es distinto. Hace aflorar miedo, ansiedad, culpa e incluso dudas», plantea Calvo.
¿Y si después de las dudas llega el arrepentimiento? ¿Y si el eutanasiador llega al convencimiento de que lo que hizo estuvo completamente mal? ¿Cómo reparar ese mal causado?
Toni Calvo anima a «preparar» a los eutanasiadores antes de que hagan las eutanasias. Dice que es algo «más relacional que médico».
¿Cómo autoconvencerse de que lo que hacen está bien, pese a que les queme por dentro? «Si no lo hiciéramos nosotros, muchos acabarían abocados a un suicidio terrible y con muchos números de salir mal”, se dice el eutanasiador.
Entiende que sean objetores los sanitarios que creen en un «ser superior», pero no los demás: no entiende la ética provida en los no creyentes, pese al Juramento Hipocrático y los pronunciamientos contrarios a la eutanasia de la Asociación Médica Mundial. Él cree que eutanasiando está mejorando la vida de la gente (hasta que se la quita): «Mejor una vida corta, pero buena, que una larga e indigna”, se repite. Pero ¿qué es una vida buena?
¿Hacia una casta de eutanasiadores?
No hace ni un año que se aplican eutanasias en España, pero ya parece que, como con el aborto, van a concentrarse en unos cuantos médicos. Derivarán más y más casos a los que ya hayan roto el tabú del «no matarás». Y al acumular casos, tendrán que romper nuevos tabús.
Por ejemplo, ¿puede suceder que un médico ofrezca la eutanasia para así sentirse útil, sentir que tiene algo que ofrecer? Quizá no sabe mucho de cuidados paliativos, o quizá se siente culpable por no poder ofrecer ayuda en problemas familiares, de soledad, pobreza… ¡pero puede ofrecer eutanasia! Es lo que dice Pallars: «he mejorado vidas».
Más preguntas. ¿Puede suceder que el efecto mental de haber realizado ya alguna eutanasia insensibilice al médico para disponerse a muchas más, los más dudosas?
Por ejemplo, un médico puede empezar diciendo que sólo hará eutanasias de enfermos con mucho dolor físico «irremediable» (aunque es un caso difícil de imaginar con el arsenal actual de opiáceos). Tras realizar algunas, corre la voz de que el doctor Tal hace eutanasias y le piden que las haga a enfermos no terminales, con enfermedades mentales, por «sufrimiento psicosocial» (enfermos no terminales, pero en pobreza y soledad)… Puede ser que baje el listón, ya roto el tabú y también procure la muerte a estos.
Arrepentirse: «pude haber hecho algo distinto por él»
Está también el efecto mental que puede producir el arrepentimiento. Ni siquiera hace falta que el médico se haga realmente provida. Quizá siga declarándose a favor de ciertas eutanasias, pero un día descubre -puede que al terminar un curso de cuidados paliativos- que eutanasió a un enfermo para el que había otras muchas opciones. O quizá realiza un curso de prevención contra el suicidio y llega al convencimiento de que muchos, quizá todos, los enfermos que eutanasió, en realidad necesitaban atención de prevención al suicidio.
Quizá descubre que la familia hizo gaslighting (manipulación) al enfermo para hacerle pedir la eutanasia.
«Pude salvar sus vidas, o acompañarles sin matarles, pero les maté». ¿Qué efecto tiene eso en la psique de un médico?
Buena parte de las eutanasias se basan en predicciones sobre el futuro del enfermo y su enfermedad, pero ¿hasta qué punto algo tan irremediable como el matar -el haber matado- puede basarse en predecir el futuro? Quizá el enfermo se sentía sobre todo solo: enamorarse, amistad verdadera o descubrir la fe es algo que podría haber sucedido y haberlo cambiado todo para el enfermo.
Quizá un médico ve que así sucede con un enfermo y recuerda que eutanasió a otro con un cuadro similar. «Si no lo hubiera matado, aquel también podría haberse enamorado, y morir de forma natural bien acompañado… pero no sucedió porque yo le administré la dosis letal», puede pensar.
Un repaso a 9 estudios
A la pregunta «cómo afecta hacer eutanasias a la psique de un sanitario» le responden pocos estudios, por ahora. Un estudio publicado en 2020 (“An indelible mark”, Kelly, B., Handley, T., Kissane, D., Vamos, M., & Attia, J.; 2020) repasa otros 9 estudios publicados sobre el asunto.
Entre el 30 y el 50% de los médicos describen una gran carga emocional e incomodidad por participar, pero tratan de confortarse repitiendo que así cumplían la petición del paciente (o víctima). Entre el 15 y 20% de eutanasiadores admiten un impacto personal negativo que perdura con el tiempo. Son muy pocos los que entonces buscan ayuda o apoyo, y no en otros colegas, sino en amigos o parientes.
«Pese a la importancia de este asunto [el efecto psicológico de realizar eutanasias] en la práctica médica, este es un tema desatendido por la investigación empírica«, lamenta el estudio de Kelly, Handley y sus compañeros.
Casi 1 de cada 4 se arrepiente de haber eutanasiado
Sobre los efectos en eutanasiadores hay un estudio muy citado de 2006: Emotional and Psychological Effects of Physician-Assisted Suicide and Euthanasia on Participating Physicians, de Kenneth R. Stevens, Jr. Puede verse un resumen aquí en inglés de este estudio.
Tras repasar datos de Europa y de Oregón (EEUU), los investigadores hablaron con 38 oncólogos que habían participado en estas prácticas: casi 1 de cada 4 se arrepentía de haberlo hecho, y otro 16% declaraba que la carga emocional de hacerlo perjudicó a su práctica médica.
Según este estudio «los doctores describen que les afecta de forma adversa profundamente, les impacta lo repentino de la muerte, quedar atrapados en la exigencia de suicidio asistido del paciente, tener la sensación de impotencia y sentirse aislado. Hay evidencia de que algunos pacientes presionan e intimidan a los doctores para que les asistan en el suicidio. El efecto de contratransferencia en la relación médico-paciente puede influir. Conclusión: muchos médicos que participan quedan afectados de forma negativa, emocional y psicológicamente, por esta experiencia».
«Nunca te acostumbras a ella»
Otra fuente de estudios son los interrogatorios a eutanasiadores holandeses de la Baronesa Finlay en la Cámara británica de los Lores en 2005.
El doctor Mensingh van Charente admitía: «No es un tratamiento médico, nunca te acostumbras a ella».
El doctor Zylicz explicó que un paciente tenía problemas de vómitos y su médico le ofrecía la eutanasia, pero el paciente se negaba y ahora no sabían qué hacer con él, la eutanasia era su única destreza. «Esa es mi mayor preocupación de establecer la eutanasia como norma: que inhiba el desarrollo de aprender de los pacientes, porque lo solucionemos todo con eutanasia«, concluyó Zylicz.
El doctor De Graas, interrogada por la baronesa Finlay, declaró que «para el médico individual nunca se hace menos estresante. Es absolutamente imposible. Lo que aprendemos como grupo es que antes de hundirnos emocionalmente, hay muchas posibilidades de mantenerte en buen estado emocional».
Es decir, hacer eutanasias daña la psique, pero en un entorno de apoyo (quizá otros eutanasiadores que se animan mutuamente) y con ayuda psicológica, pueden seguir adelante.
Los que sueñan con sus víctimas
En el libro Eutanasia, lo que el decorado esconde el enfermero especializado en paliativos François Trufin, de Bélgica cuenta más casos de médicos dañados por eutanasiar.
«Un médico experimentado me dijo que ya había practicado demasiadas eutanasias. Con los ojos bañados en lágrimas, me confía que ciertas noches se despierta entre sudores teniendo delante de sí el rostro de personas que eutanasió», recoge Trufin.
«Otro médico, en una reunión del consejo de ética del hospital, deja escapar como un grito del corazón esta frase estremecedora: ‘esta vez acepto volver a practicar la eutanasia por este paciente; pero después se habrá acabado por este año. He practicado otras dos ¡y ya está bien!'»
¿Eutanasiar atrae a narcisistas fríos?
Queda la pregunta por el perfil psicológico que han de tener los eutanasiadores de España, los que tengan que acumular muchos casos y los pioneros.
¿Puede ser una actividad que atraiga a personas de espectro narcisista, sin empatía, atraídas por la sensación de poder sobre la vida y la muerte?
¿Tienen los protocolos de eutanasia alguna capacidad para detectar que los eutanasiadores no tienen este inquietante perfil, incompatible con la empatía que exige la medicina?
Comentarios de 7 minutos de Eric Vermeer sobre lo que ha visto acerca de la eutanasia en Bélgica; se pueden activar subtítulos buenos en español.
La alternativa ética y correcta ante el dolor y la vulnerabilidad al final de la vida no es la eutanasia, sino los cuidados paliativos, el documental «Morir en paz» los explica bien