Autor: José María Carrera
Desde que nació, Carlos Giménez creía tenerlo todo: una familia maravillosa, amigos, dinero en casa… Se veía «tan feliz» que no le importaba morirse cuando cumplió la mayoría de edad y si algo sabía era «que no necesitaba buscar a Dios«.
Cuando empezó a estudiar Medicina en la Universidad Autónoma de Madrid, su planteamiento era «bastante racionalista»: Nietzsche era uno de sus filósofos favoritos y, siguiendo sus pasos, consideraba que «los creyentes eran todos débiles de voluntad o tontos».
Un planteamiento que adquirió en gran parte por su educación y familia. «Eran bastante ateos, y en mi casa nunca se había hablado de Dios«, admitió en el canal de la asociación Ahonda. Durante toda su infancia y juventud, Carlos recuerda vivir en «un ambiente muy laico», tanto que sus padres se esforzaron en buscar para él «el colegio más laico que hubiera».
Hasta que entró en la universidad,…