(Angelo Bagnasco en Il Timone)-Joseph Ratzinger siempre se entregó y pagó el alto precio del siervo fiel, desfigurado por el pensamiento único que domina las conciencias, pero venerado por el pueblo de los pequeños.
Resulta imposible resumir el misterio de un hombre, y más aún de Benedicto XVI, papa emérito, humilde y grande. Cuando fue elegido papa empecé a escucharlo y observarlo con devota atención. Vi la mansedumbre de sus palabras y estilo, la naturalidad de sus gestos, hasta el punto que me pareció entrever la transparencia de su alma. No hablaba de sí mismo; y cuando lo hacía, no se ponía en el centro, sino siempre de lado. Quería ser la lámpara para que la luz de Cristo resplandeciese ante el mundo. No era un modo de actuar estudiado, sino un modo de ser y también yo, como el pueblo, notaba su luminosidad espiritual que atraía y lleva al Señor. En él no…
Autor: redaccioninfovaticana

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