XIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Jesús, en el Evangelio, nos habla de la necesidad de tomar la propia cruz. Pero ¿cómo hacer comprender esta palabra a una sociedad, como la nuestra, que opone el placer? Partamos de una constatación. En esta vida, placer y dolor se suceden con la misma regularidad con la que a la elevación de una ola en el mar le sigue una depresión y un vacío capaz de succionar a quien intenta alcanzar la orilla. El hombre busca desesperadamente separar a esta especie de hermanos siameses, de aislar el placer del dolor. A veces se hace ilusiones de haberlo logrado, pero por poco tiempo. El dolor está ahí, como una bebida embriagadora que, con el tiempo, se transforma en veneno.
Es el mismo placer desordenado que se retuerce contra nosotros y se transforma en sufrimiento. Y esto, o repentina y trágicamente, o un poco cada vez, en…
Autor: Raniero Cantalamessa, OFM Cap

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