Autor: Enrique García-Máiquez
No me quejaré yo de que se hable poco de las matanzas de cristianos en Nigeria, porque sería quejarme de mí. Le he dedicado no sé cuántos artículos a la campaña electoral de Andalucía, y ni una línea a esas masacres. Es algo general, pero mal (por omisión) de muchos, consuelo de tontos tácitos. Mejor, por tanto, preguntarnos las razones del silencio de todos.
La más profunda es que estamos ante unas muertes sacras. Son mártires de la fe, como los romanos que veneramos en las catacumbas, pero en vivo y en directo. Barrunto un implícito temor reverencial a tocar con nuestras manos profanas hasta sus reliquias mediáticas. El «bla, bla, bla» de las declaraciones de indignación nos parece irreverente. Con razón.
¿Bastaría entonces con rezar privadamente? Nada puede ser más importante y más eficaz. Pero uno de los refranes más católicos que existen es A Dios rogando y con el mazo…