Se ha hecho viral un vídeo en el que se podía escuchar a un dirigente socialista hablar sobre la prostitución y su necesaria erradicación. Enseguida, en cuanto la cuenta del PSOE compartió en Twitter dicho alegato, la jauría Tuitera con nula originalidad utilizó los escándalos de los ERE de Andalucía para replicar el mensaje. Cayó uno del guindo y después un séquito de guionistas amateur le plagió sin conocimiento de causa y convencidos de su propia audacia.
Al ver las declaraciones de Felipe Sicilia no pude evitar recordar la surrealista escena de una película satírica de cuyo nombre no quiero acordarme, en el que unos nuevos ricos cantaban en un yate el estribillo «barcos y putas, putas y barcos». No porque me cachondee del tema, más bien al contrario, sino por el instinto primario del hombre que tiende a tirar de la gracia hasta las últimas consecuencias.
Ya dijo alguien que «lo único que se pierde cuando todo parece perdido, es el buen humor». Mentiría si dijera que no me quita el sueño el asunto de las artesanas de la sexualidad. Pienso mucho en ello. El oficio más antiguo del mundo trae consigo unas actividades ilícitas e inmorales que oscurecen todavía más si cabe el pecado de la cosificación del cuerpo humano. Todo un atentado contra la dignidad de la persona. La trata, el secuestro, la mercantilización, la exploración. No es un tema baladí para tomárselo a broma.
El problema está en que para terminar con la prostitución primero se debe erradicar la industria pornográfica. No veo a este Gobierno feminista concienciado de ello. Si prohíbes las putas -hablando en plata-, antes de haber cortado esa fuente de perversión que representa la pornografía, lo que va a generar es que los impulsos de los violadores en potencia se desaten por doquier. Es una mera ingeniería fisiológica.
No andan desencaminados aquellos que ven en las meretrices a un dique de contención de los instintos peligrosos. Estamos dejando que la mente de nuestros hijos degenere sin poner coto a los impactos que estimulan ese vicio. En una conversación entre el psicólogo Enrique Rojas con un magnate de la industria del porno, como el propio especialista narraba en su libro Todo lo que tienes que saber sobre la vida, el empresario presumía de estar consiguiendo que pre adolescentes se volviesen adictos a la pornografía. Mucho éxito ha tenido en sus aspiraciones teniendo en cuenta que según algunos estudios el 90% de los niños entre 8 a 12 años han consumido alguna vez pornografía. Desolador.
No se erradicará el problema relacionado con la prostitución hasta que no se minen todas las vías de promoción sobre la hipersexualización, unas que reducen al otro a una materia prima con la que saciar los apetitos. Debemos usar los mismos recursos para perseguir tanto la pornografía como la prostitución. Esa es la verdadera solución contra la denigración del individuo: Humanismo.
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