Autor: Eduardo Gómez
La democracia moderna pasa por ser un régimen de gobierno más, cuando en realidad esconde la peor de las concepciones sobre la sociedad. Su filosofía supone la negación política de la verdad, previo enaltecimiento de todas las voluntades humanas a la par, como si algo tuviera ello que ver con la dignidad de las personas.
El orgullo democrático (para hacernos entender, el ensalzamiento de todas las voluntades a la par) supone la igualación de todas las orientaciones sexuales, y por lo tanto la del matrimonio con el resto de agrupamientos civiles anómalos. En el día del orgullo homosexual, los gobernantes siempre se vuelcan con proclamas en nombre del amor entendido al estilo de nuestra época, es decir, sin entendimiento. Al margen de lo penoso de ver a los politicastros reptar lacayunamente ante el homosexualismo patentizado, peor aún resulta la pérdida total del entendimiento del…