A veces, escuchamos voces de personas que dentro de la Iglesia opinan que hay que reducir la liturgia al mínimo porque existen personas en estado de necesidad; sin embargo, toca recordar el pasaje en el que Jesús, al ver cómo se desataba la polémica porque recibía el aroma de un perfume, recordó que a los pobres los tendremos siempre; o sea, que la oración, el sentido profundo de las celebraciones, desarrolladas con dignidad, no son algo contrario a la ayuda que, desde luego, toca dar a quienes más lo necesitan. Por tanto, no se trata de optar entre celebrar bien o ayudar, sino de hacer ambas cosas.
Autor: Carlos J. Díaz Rodríguez
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