La misericordia de Dios se manifiesta de diversas formas, ya sea a través del apoyo y la consolación de otras personas, del sacramento de la confesión que nos permite liberarnos de nuestros pecados. Continúa leyendo para que conozcas cómo el amor infinito que Dios tiene hacia nosotros nunca se cansa de perdonarnos
“¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido!. Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo:
Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable.” Papa Francisco, Evangelii Gaudium, n.3
Si consultamos las Santas Escrituras, podremos ver que la presencia de Dios está en todos lados, y se multiplica para ayudarnos como continuamente ha sido confirmada. Dios, nos cuida como un Padre amoroso, nos considera en su misericordia: una misericordia suave, hermosa como nube de lluvia.
Diferentes momentos de nuestra vida en la que sentimos la Misericordia de Dios
Cuando nos sentimos abatidos por la tristeza. Dios no es ajeno a nuestro dolor. Al igual que un padre o una madre, se preocupa por todos sus hijos y se hace presente a través de otras personas para hacernos sentir mejor.
Si hemos cometido un pecado. A través de la confesión podremos liberarnos de nuestros pecados. Este es el sacramento divino que Dios nos ha otorgado, con el cual podremos descargar todo el peso que llevamos a cuestas. Esta es una oportunidad perfecta para volver a empezar.
Dios nos da la oportunidad de recuperarnos de alguna enfermedad. Aunque parezca asombroso, Dios nos da dos oportunidades cuando nos recuperamos. La primera es ser testimonio de Fe y valentía, porque enfrentamos la enfermedad como medio de purificación. La segunda es cuando nos curamos, por la cual rezamos todos. Milagrosamente Dios nos da su misericordia.
Cuando nos rompen el corazón y cuando tenemos la oportunidad de experimentar de nuevo el amor. No importa si es un hijo, un padre, la pareja, un hermano o un amigo quien nos rompa el corazón, piensa cuán destrozado ha de estar el Corazón de Dios cada vez que volvemos a pecar, es como si lo volviéramos a clavar en la Cruz.
Pero, aun así siente compasión por nuestro dolor, nos consuela en silencio, nos brinda calma y nos pone en el camino de otras personas que nos componen el corazón. Personas indicadas que puedan hacernos sentir amados de nuevo, pero todo a su tiempo. Lo que tenemos que entender es que así como su misericordia es infinita también lo es su paciencia.
Qué hermosa es esta realidad de fe para nuestra vida: la misericordia de Dios. Un amor tan grande, tan profundo el que Dios nos tiene, un amor que no decae, que siempre aferra nuestra mano y nos sostiene, nos levanta, nos guía”. Papa Francisco, homilía 7-4-2013
Al momento de ser capaces de ayudar a los demás. Es una inexplicable sensación que sentimos al dar es como una bomba de amor y compasión que sale con fuerza en nuestro interior y transforma nuestras vidas para siempre. Esa es la misericordia de Dios, infinita y transformadora.
Cuando ocurre lo imposible. Los milagros ocurren a diario y algunos son tan pequeños e insignificantes que no los consideramos como tal. El secreto está en descubrir que hasta la oruga que se convierte en mariposa o la mujer “estéril” que concibe un hijo son un milagro, que por misericordia de Dios, ocurren día a día.
Misericordia Divina: El amor infinito que nunca se agota
Cuando la tristeza nos abruma y sentimos que todo está perdido, Dios no es indiferente a nuestro dolor. Como un padre amoroso, se preocupa por cada uno de nosotros y se hace presente a través de personas que nos brindan consuelo y apoyo incondicional.
Incluso cuando caemos en pecado, la confesión se convierte en el puente hacia la liberación. Este sacramento divino nos permite descargar el peso de nuestras faltas y nos brinda una oportunidad perfecta para comenzar de nuevo, abrazando la gracia restauradora de Dios.
La misericordia de Dios también se extiende a través de la curación de enfermedades. En momentos de enfermedad y sufrimiento, Dios nos otorga dos oportunidades. Primero, nos invita a ser testigos de fe y valentía al enfrentar la enfermedad como un medio de purificación. Luego, en su infinita misericordia, nos concede la sanación, son milagros diarios que nos llena de gratitud y nos impulsa a orar por la salud de todos.
Cuando nuestros corazones son quebrantados por la pérdida o la traición, Dios comprende nuestro dolor más profundo. Su compasión silenciosa y perdón divino nos consuela y nos guía hacia personas que nos ayudan a sanar y experimentar el amor nuevamente. Aunque su corazón también sufre cada vez que pecamos, su paciencia infinita nos recuerda que su misericordia siempre está ahí, esperando pacientemente a que volvamos a Él.
Fuente: Opus Dei, Catholic Link