Hace ya bastantes años un primo de mi madre que era jesuita participó en un grupo de trabajo universitario en un país en el que se habían prohibido los símbolos religiosos, incluyendo vestir de hábito en espacios públicos. Tío José María (que así se llamaba) había entrado en el seminario muy joven y hacía tiempo que había perdido la costumbre de vestirse de civil, así que adaptarse a estas circunstancias le resultó un esfuerzo grande, tanto en los aspectos prácticos (tuvo que destinar tiempo y dinero a comprar una ropa absurda) como en otros más importantes, por lo interiorizada que tenía su condición de sacerdote.
El caso es que las jornadas universitarias transcurrieron de forma muy agradable, los participantes conocían su currículum vitae y no solo lo aceptaban sin ningún problema, sino que se dirigían a él de forma muy respetuosa, siempre con la…
Autor: Carmen Cabeza
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