Muchos encontramos paz cuando vamos a la casa del Señor, pero para Mélanie asistir a la Iglesia sólo significaba revivir recuerdos negativos, puesto que, desde su adolescencia tuvo que afrontar varias muertes. Si bien, se había bautizado y hecho la primera comunión, no creía en Dios. Pasaron muchos años y algunas experiencias para encontrar el camino de amor del Santo Padre, como nos lo cuenta a continuación.
La adolescencia de Mélanie estuvo marcada por varios duelos, incluido el de su padre, pero una experiencia inesperada la salvó de la desesperación.
Cuando tenía 26 años, mi padre murió repentinamente. Todo lo que había construido se estaba cayendo a pedazos.
Nací en una familia amorosa, había vivido una infancia tranquila, había hecho mi bautismo y mi comunión cuando era niña, pero sin creer en Dios. Para mí era como Santa Claus, no existía.
La iglesia, entonces, era para mí el lugar de los funerales
Ese día, inexplicablemente, sentí una paz muy profunda cuando me vi en la Iglesia. No entendía lo que me estaba pasando, sólo entendía que había algo por encima de mí. Ese momento, sería el punto de partida de la respuesta más importante de toda mi vida: Dios existe, está vivo y ha venido a unirse a mí. ¡Guauu! Lo que experimenté fue aún más inexplicable porque la iglesia, entonces, era para mí el lugar de los funerales, porque en la adolescencia tuve que enfrentar muchas muertes a mi alrededor. También era el lugar de reunión de las personas que odiaba.
La misma noche de esta experiencia inédita, al enterarse del duelo que atravesábamos, un sacerdote llamó a la puerta de la casa familiar. En un instante, él “rompió” con toda la imagen negativa que tenía de la Iglesia y los cristianos. Realmente me atrajo y durante un año me acompañó en mi viaje. Luego me voy a vivir con amigos. Nuestra vida era alcohol, drogas, fiestas, etc. ¡Y estuve viviendo así durante 12 años! Pero gracias a este sacerdote descubrí la Biblia. Para mí, es un libro del que sale un rayo de luz. ¡Es enorme! También iba a misa, pero escondiéndome porque todavía no me gustaba ser católico y no quería que me vieran. Al mismo tiempo, sentía algo fuerte allí, dentro. No puedo explicarlo, pero sentía que todo era cierto. Y al volver con mis amigos recaigo en conductas que me alejan de Jesús, y sigo así durante un año.
Entonces estuve segura de que Dios me amaba a pesar de lo que había hecho.
Después de un año, decidí seguir los caminos de Saint-Jacques de Compostelle. Y allí, nuevamente, en un momento muy preciso, comienzo a vivir una fuerte experiencia interior: tenía la certeza de que Dios me amaba a pesar de lo que había hecho. Me sentí culpable por todos esos años pasados en los que tuve un comportamiento destructivo, y eso me pesó mucho. Pero en un instante, esa culpa desapareció: soy amada tal como soy. No había condición ni límite para el amor de Dios hacía mí.
A quienes no creen, pero está en plena búsqueda, quisiera decirle: eres el tesoro de Dios, del que crea todas las cosas en cada momento. ¡Y eso, nunca lo olvides!
Fuente: Découvrir Dieu