Las órdenes misioneras católicas han servido siempre de puente entre Occidente y otras culturas y han ayudado a difundir el estudio de lenguas, etnias, flora y fauna. También han fomentado la ciencia, la educación y la sanidad abriendo escuelas y dispensarios. Comentaremos a continuación un caso concreto, el de los misioneros combonianos, ligados especialmente a África.
San Daniel Comboni se fijó en África, el continente olvidado
Cuando San Daniele Comboni (1831-1881) se fijó en África, África era la última. Baste recordar algunas frases del filósofo Hegel, que muere en 1831, el año en el que nace Comboni: “Se encuentra cerrada al resto del mundo, […] exhala una atmosfera pestilente, casi venenosa, […] habitada por pueblos que se han demostrado tan bárbaros y salvajes que excluyen toda posibilidad de establecer relaciones con ellos […] Dejemos aquí África, para no mencionarla ya más”.
Antes de Comboni, a mitad del siglo XIX las misiones en todo el continente eran diez, casi todas en las costas; los sacerdotes católicos 168, la gran mayoría en la costa mediterránea africana. El África subsahariana contaba solo con 25 sacerdotes en las dos Guineas, diez en las posesiones inglesas y cinco en Abisinia.
Ningún misionero católico de esa época había intentado entrar en el corazón del continente. Comboni lo intentó siguiendo la ruta ascendente del Nilo, intento que acabó en un desastre en 1862 y en el que dejaron la vida unos 60 misioneros, tras lo cual Roma cerró ese mismo año la Misión Africana.
La historia de San Daniel Comboni en dibujos animados (10 minutos)
Fueron varios los problemas a los que Comboni y sus compañeros se enfrentaron: las enfermedades, la hostilidad de los negreros que veían en ellos un peligro para sus intereses, la desconfianza de los nativos contra los blancos, confundidos con los árabes y considerados como negreros esclavistas y el problema del mundo femenino.
Una novedad: enviar mujeres consagradas a África
La marginación de la mujer africana inspiró a la Iglesia la novedad de llevar mujeres consagradas que se encargaran de la educación de la mujer, tomando ya a partir de 1867 a algunas maestras laicas europeas y a un grupo de antiguas esclavas africanas por él rescatadas en los mercados de esclavos del mar Rojo, para que fuesen “evangelizadoras de su mismo pueblo”.
En 1872 Comboni fundó el Instituto Misionero de las que llamará Piadosas Madres de la Nigrizia (Misioneras Combonianas) después de haber fundado los combonianos en 1867.
Ya en el siglo XX, las combonianas fundarían en 1958 la actual Universidad de Asmara, primera universidad en Eritrea, al servicio de la población local. Entonces se llamaba Colegio Católico de la Santa Famiglia. Después, en 2002, la dictadura comunista eritrea tomó su control y le quitó el nombre religioso. (En apenas tres años bajo control comunista, la universidad dejó de funcionar).
Regenerar África a través de los mismos africanos
Tras el Concilio Vaticano I, Comboni presentó en 1864 su ‘Plan para la regeneración de África a través de África misma’. En su prólogo explicaba: “El Plan se nos ocurrió en los momentos de nuestro más intenso amor hacia aquellas regiones infelices”, y más adelante “los apóstoles que irán a aquella arriesgada conquista no traerán a Europa los despojos de los vencidos. Todo lo contrario, llevarán a los vencidos, con el Bautismo, el tesoro de la fe católica y de la civilización europea […]. De aquel Corazón nace la Iglesia”, repetirá Comboni usando una antigua expresión de los Padres de la Iglesia. Por ellos los Misioneros Combonianos se llaman “del Corazón de Jesús”. Ese es el origen de su actual nombre. Conocido es su grito de ‘¡África o muerte!’
El Comboni College de Jartum empezó como una escuela de niños y adolescentes y ahora es ya una universidad
También los combonianos, la rama masculina, fundarían instituciones educativas. El propio Comboni fundaría en 1867 con 36 años el Instituto Misionero para la Nigrizia, hace más de 150 años, para formar africanos y capacitarles con conocimientos suficientes para la evangelización, como una garantía de que su plan para África pudiera llevarse a cabo.
Los misioneros aprendieron y difundieron las lenguas africanas de los pueblos con los que trabajaron, elaborando muchos de ellos las primeras gramáticas y diccionarios o convirtiéndose otros en grandes etnólogos y etnógrafos, dando así valor al hombre africano y su cultura, con estudios humanísticos y filológicos absolutamente novedosos.
Más tarde los combonianos fundaron en la capital de Sudán el Comboni College Khartoum , transformado posteriormente en Universidad.
Vídeo explicativo en inglés del Comboni College de Jartum, prestigioso hoy en Sudán
Un ejemplo actual: Juan Gonzalez Núñez
La Iglesia acaba de encargar al sacerdote comboniano gallego Juan Gonzalez Núñez, a sus 76 años, que administre el vicariato apostólico de Awasa, en Etiopía, la circunscripción católica más grande y con más católicos del país. Su itinerario puede ilustrar la ruta vital de un misionero comboniano, apasionado por divulgar el Evangelio, pero también lo que aprende en África.
Nacido en Orense, ordenado sacerdote en 1968, el padre Juan explica que soñaba con “salvar almas para Dios”. Se licenció en licenciarse en Teología Dogmática por la Facultad de Teología de Granada (1973-1975) y llegó en 1974 a la misión comboniana en Etiopía. Allí permaneció hasta 1988, primero en Dilla, en el sur, y luego como rector del seminario diocesano en Addis Abeba. En 1988 regresó a España para trabajar como director de Mundo Negro y en 1993 fue nombrado superior provincial de la orden. En el Capítulo general de 1997 fue elegido consejero general.
En 2004, volvió una vez más a Etiopía y fue asignado a la recién establecida misión entre los gumuz, uno de los grupos más necesitados de Etiopía.
Un documental recogió el trabajo de González Núñez con los gumuz, que era un pueblo que desconocía a Cristo
Después fue instructor de postulantes combonianos y profesor de Filosofía y Teología en el seminario católico en Addis Abeba.
El padre González Núñez siempre ha sido un divulgador de la cultura e historia de Etiopía. En diciembre de 2019 presentó en la misma Addis Abeba, la capital de Etiopía, un libro sobre ese país al que tantos años de su vida ha dedicado: “Ethiopia, history and legend” (Etiopía, historia y leyenda). También ha escrito “Etiopía, 38 días en el corazón del hambre” (Madrid, 1985); “Etiopía, hombres, lugares y mitos” (Madrid, 1991); “Al Norte del Nilo Azul, sobre los Gumuz” (Madrid, 2010, con una edición en inglés “North of the Blue Nile”, Shama Books); “Pequeñas exploraciones sobre los Gumuz” (Madrid, 2014) y “A short history of the Catholic Church in Ethiopia” (Breve historia de la Iglesia Católica en Etiopía) (Addis Abeba, 2018), en los que ha narrado su experiencia misionera, mencionando multitud de datos de interés etnográfico, lingüístico y antropológico de aquellos con quienes ha vivido.
Los misioneros apoyan a estudiosos e investigadores
Es frecuente que los investigadores y estudiosos que acuden a África se apoyen en los misioneros, que conocen el país y sus culturas. Un ejemplo elocuente es el agradecimiento de Álvaro Hierro San Martín en su tesis doctoral titulada «Etnografía de los Oromo-Gujii: historia, educación y calidad de vida», presentada en la Universidad de Salamanca en 2014.
Explica este etnógrafo: «Quiero mostrar mi más sincero agradecimiento a los Misioneros Combonianos de Etiopía y en especial a los miembros de la Misión de Qillenso, quienes más allá de darme la oportunidad de realizar esta investigación me trataron como a uno más. Por otra parte al permitirme compartir su día a día y experiencias no solo lograron que vislumbrara otra forma de ver la vida, sino que consiguieron que creciera como persona. Por ello creo que jamás podré llegar a demostrarles todo el cariño y agradecimiento que siento por el apoyo y confianza que depositaron en mí».
San Juan Pablo II les decía a los Combonianos en audiencia en 1979, reconociendo su labor formadora: «La educación de los jóvenes, el cuidado de los enfermos, la asistencia a los pobres, la instrucción de los catecúmenos y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús «en quien se hallan escondidos todo los tesoros de la sabiduría y de la ciencia (Col 2, 3), deben seguir siendo, aun en la necesaria puesta al día, los rasgo característicos de vuestras comunidades religiosas».
El esfuerzo misionero de los combonianos, como el de otras congregaciones y familias religiosas, son un ejemplo de cómo la fe, la ciencia y la educación se dan cita en las misiones evangelizadoras de la Iglesia Católica.
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