San Francisco de Asís decía que los milagros ocurren cuando cambiamos lágrimas por oración y miedo por fe. La oración cambia nuestro corazón y nos transforma a nosotros; entonces ahí podemos ver de un modo nuevo la situación, podemos descubrir cómo Dios nos va moldeando interiormente y nos va ayudando a encontrar un nuevo sentido a los acontecimientos. Al rezar, Dios nos abre los ojos, nos renueva en la intimidad y nos da la ayuda que estamos necesitando. Es la fe la que nos permite adentrarnos en este misterio de amor, la que nos proporciona su dimensión de luz, de profundidad y de encuentro con Dios.