La fe nos ayuda a enfrentar las dificultades que en la vida nunca faltan, pero que el horizonte de esperanza le da sentido, porque Dios tiene la última palabra. La gracia de permanecer con nuestro corazón unido a Dios nos mueve, nos impulsa, nos anima, nos fortalece, nos invita a comenzar una y mil veces más y nos llama a la confianza y la esperanza puesta en nuestro creador.