Dios nos da la posibilidad de cambiar, incluso en momentos donde parece ya no haber solución. Él no sólo nos rescata, también nos rehabilita por dentro. Mete sus manos hasta el fondo de nuestro barro para sacar lo mejor de nosotros. Dios siempre toma la iniciativa. Sólo necesitamos pedirle la gracia de conocernos mejor, de aceptar nuestros errores y amar nuestros aciertos, de descubrir nuestras potencialidades y dejarnos rehabilitar aquello que necesitamos rescatar de bueno en nosotros.