Dios no está ni atrás ni adelante en nuestra vida, sino que está en nuestro presente acompañándonos en los distintos momentos de nuestra historia personal. Es un Dios cercano, que nos busca, nos seca las lágrimas, nos invita a confiar, nos renueva la alegría, nos anima a seguir caminando, nos invita a mirar al futuro con esperanza y confianza en el corazón y nos mueve a seguir creyendo siempre en su amor.