San José es considerado el protector de la Iglesia y el patrón de los hogares, las familias, los trabajadores y los moribundos. Al rezar esta poderosa Treintena a San José, puedes invocar su protección para ti, tus seres queridos y tus necesidades espirituales.
Al perseverar en la Treintena a San José, también puedes presentar tus intenciones y necesidades particulares a San José, confiando en que él intercederá por ti ante Dios.
Oración
Por la señal de la Santa Cruz,
de nuestros enemigos,
líbranos Señor Dios Nuestro,
en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo, amén.
Espíritu Santo fuente de luz, ilumínanos.
¡Oh, amabilísimo Patriarca San José!
Desde mi pequeñez y miseria te contemplo
con emoción y alegría de mi alma
en tu trono del Cielo, como gloria
y gozo de los bienaventurados,
pero también como padre de los huérfanos en la tierra,
consolador de los tristes; amparo de los desvalidos
ante el trono de Dios, de tu Jesús y de tu virginal Esposa.
Por eso, yo, desvalido, triste y necesitado,
a Ti dirijo hoy y siempre mis alegrías y penas,
mis ruegos y clamores del alma, mis arrepentimientos
y mis esperanzas y hoy, especialmente,
te traigo ante tu altar y ante tu santa imagen,
una desgracia que impidas, una necesidad que socorras,
una gracia que obtengas para mi y mis seres queridos.
Te lo rogaré durante treinta días seguidos
en reverencia a los treinta años que viviste con Jesús y María,
y te lo pediré, urgente y confiadamente, invocando todos
los títulos que tienes para compadecerte de mí,
y de todos los motivos que tengo para esperar
que no dilataras el oír mi petición y remediar mi necesidad,
siendo tan firme mi fe en tu bondad y poder.
– Te lo pido por la bondad divina
que hizo al Verbo Eterno encarnarse asumiendo
la naturaleza humana como Dios y hombre verdadero.
– Te lo suplico por la angustia de tu corazón
en la perplejidad de dejar a tu Purísima Esposa.
– Te lo ruego por tu aceptación dolorosísima
al tener que utilizar un establo y un pesebre para palacio
y cuna de Dios, nacido entre los hombres.
– Te lo imploro por la dolorosa circuncisión de tu Jesús,
y por el santo, glorioso y dulcísimo
nombre que le pusiste por disposición del Eterno.
– Te lo pido por tu angustia al conocer por el Ángel
la muerte decretada por Herodes contra el Niño Jesús;
por tu obedientísima huída a Egipto, por las penalidades y peligros del camino,
por la dureza del destierro, por tus ansiedades al volver de Egipto a Nazareth.
– Te lo suplico por la aflicción dolorosa durante tres días
al perder a tu Hijo; por tu consolación suavísima al hallarlo en el templo.
Por tu felicidad inefable de los treinta años que viviste en Nazareth con Jesús y María,
sujeto a tu autoridad y providencias.
– Te lo ruego y espero por el heroico sacrificio
con que ofreciste a tu Jesús al Padre eterno para la Cruz
y para la muerte por nuestros pecados y para nuestra redención.
– Te lo suplico por la dolorosa previsión
que te hacía contemplar aquellas manos infantiles
clavadas un día en la Cruz; aquella cabeza de niño
que se reclinaba dulcísimamente sobre tu pecho,
coronada de espinas; aquel divino cuerpo que estrechabas contra tu corazón,
ensangrentado y extendido sobre la Cruz;
aquel último momento en que lo veías expirar.
– Te lo pido por tu dulcísimo tránsito de esta vida
en brazos de Jesús y María, y tu entrada al el Cielo.
– Te lo ruego por tu gozo y tu gloria cuando contemplaste
la Resurrección de tu Jesús, su Ascensión a los Cielos
y su trono de Rey inmortal de los siglos.
– Te lo suplico por tu dicha inefable al contemplar la Asunción
de la Santísima Virgen en cuerpo y alma al Cielo y su Coronación
en la gloria como Reina y Señora de todo lo creado.
– Te lo ruego y lo espero confiadamente por todos tus trabajos,
penas y sacrificios, en esta tierra; por tus triunfos,
glorias y feliz bienaventuranza en el Cielo junto a tu hijo Jesús
y tu virginal esposa la Santísima Virgen María.
¡Oh, mi Glorioso Patriarca San José!
Yo, inspirado en las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia,
de sus Doctores y Teólogos y en el sentir universal del pueblo cristiano,
siento en mí una fuerza interior que me anima a pedirte,
rogarte y a esperar que me obtengas de Dios la grande
y extraordinaria gracia que te suplico ante tu santa imagen
y ante tu trono de bondad y poder en la gloria celestial.
Promesas
San José concede gracias especiales a quienes rezan la Treintena con fe y devoción. Esta Treintena a San José concede la intercesión de San José para alcanzar favores concretos, como la solución de problemas, la curación de enfermedades o la ayuda en situaciones difíciles.
Origen
La Treintena a San José se originó en el siglo XIX, inspirada en la devoción a San José como padre de la Iglesia y protector de las familias. La práctica de la Treintena a San José se basa en la tradición de rezar durante 30 días consecutivos, pidiendo la intercesión de un santo.
Camino de devoción y protección con la oración treintena a San José
La Oración Treintena a San José es una práctica devocional en honor a San José, el esposo de la Virgen María y padre adoptivo de Jesús. Durante 30 días consecutivos. A través de esta Oración Treintena a San José , se fortalece nuestra fe, protección espiritual y encontramos inspiración en la vida y virtudes de San José.
La Oración Treintena a San José se realiza de manera continua durante un mes, lo que nos permite a los fieles sumergirnos en la devoción y conectarse más íntimamente con San José.
Aunque las oraciones específicas pueden variar según las tradiciones locales, la treintena generalmente incluye el rezo del Rosario, la Oración a San José, la Letanía de San José y otras invocaciones específicas. Estas oraciones son una forma de alabar y honrar a San José, así como de pedir su intercesión en diversos aspectos de la vida.
Muchos devotos han experimentado favores y bendiciones particulares al rezar esta treintena a San José con fe y perseverancia. San José, como padre adoptivo de Jesús, tiene un lugar especial en el corazón de Dios y se le atribuye un poder especial para interceder por las necesidades de sus devotos