La oración de consagración a la Virgen María nos permite entregarnos por completo a la Santísima Virgen, reconociéndola como nuestra madre amorosa y protectora, confiando en su guía y protección en todos los aspectos de nuestra vida.
Realizando esta consagración fomentamos nuestro crecimiento en virtudes cristianas como la humildad, la pureza y la obediencia, siguiendo el ejemplo de nuestra amada Virgen María.
Oración
¡Oh Señora mía, oh Madre mía!,
yo me ofrezco enteramente a Vos y,
en prueba de mi filial afecto,
os consagro en este día mis ojos,
mis oídos, mi lengua, mi corazón.
En una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo vuestro,
oh Madre de bondad,
guardadme y protegedme
como cosa y posesión vuestra. Amén.
Por la señal de la Santa Cruz,
de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios Nuestro,
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
Origen
Esta oración de consagración a la Virgen María es una de las más conocidas y antiguas en la espiritualidad católica. Sus orígenes se remontan al siglo XVII, cuando San Luis María Grignion de Montfort la difundió en sus escritos sobre la verdadera devoción a la Santísima Virgen.
Promesas
La Virgen María ha prometido gracias especiales a quienes recen esta oración con devoción. Ella se compromete a cuidar y proteger como Madre a quienes se le entregan completamente, guardándolos y defendiéndolos contra todo mal.
Bajo el manto protector con la oración de consagración a la Virgen María
Esta hermosa plegaria, cuya autoría se atribuye a San Luis María Grignion de Montfort, uno de los grandes apóstoles de la devoción a María, invita al creyente a entregarse por completo a la Reina del Cielo. En ella, el campo le ofrece a la Madre de Dios todas las facultades de su ser: ojos, oídos, lengua, corazón y, en una palabra, todo su ser.
Al pronunciar esta oración con profunda fe y devoción, el alma se reconoce como propiedad y posesión de la Santísima Virgen, confiando plenamente en su cuidado y protección maternal. Le pide a María que la guarde y defienda contra todo mal, pues sabe que la Madre de bondad se ha comprometido a otorgar gracias especiales a quienes se consagran a Ella.
Las promesas que la Virgen María ha hecho a quienes rezan esta plegaria son verdaderamente excepcionales. Ella ha asegurado que protegerá y defenderá a sus hijos consagrados, especialmente en el momento de la muerte, cuando más necesitan de su auxilio materno. Además, les concederá la gracia de la perseverancia final y les otorgará todas las gracias necesarias para alcanzar la salvación eterna.
Para nosotros, los católicos, la hermosa oración de Consagración a la Virgen María es un tesoro espiritual que nos ayuda a crecer en nuestra devoción filial a la Madre de Dios. Al pronunciarla con fervor, nos convertimos en posesión de la Reina del Cielo, quien entonces se compromete a cuidarnos y guiarnos como una amorosa Madre.
La oración enumera de manera específica los sentidos y el corazón, simbolizando la entrega total de nuestras facultades y emociones a María. Consagrarle nuestros ojos significa buscar ver el mundo con la mirada pura y llena de amor de María. Ofrecerle nuestros oídos significa abrirnos a escuchar su voz y las enseñanzas de su Hijo.
Entregarle nuestra lengua implica comprometernos a usarla para bendecir y propagar el amor de Dios. Y consagrarle nuestro corazón significa poner en ella el centro de nuestro ser, buscando amar a Dios y al prójimo como ella lo hizo.
Que esta alegría de la espiritualidad mariana inspire a todos los hijos de la Iglesia a entregarse por completo a la Santísima Virgen, seguros de que Ella nos acoge bajo su manto protector y nos conduce con su mano maternal hacia la santidad y la vida eterna.