Desde hace un tiempo para acá, cada vez que veo un medio de comunicación convencional -no este, por supuesto, cuya misión es, como bien dice su director, «ser notario de las obras extraordinarias del Creador»- me sale, instintivamente, formularme la siguiente cuestión: ¿y, ahora, a quién tenemos que odiar? No hay un minuto de descanso. Es una insufrible constante. Como si, en su delirio, algunos dijeran, o hinchas o haters. Súbitos forofos de causas remotas… contra terribles detractores que vienen de cuota. Un «conmigo o contra mí», en el que siempre, siempre, siempre, nos tendremos que posicionar.
Hombres contra mujeres, pro ucranianos contra pro rusos -¿y los de Tolstoi? ¡a la hoguera!, ¡por rojos!-, vacunados contra los que no lo hicieron, los de Rubiales enfrentados a los de Hermoso, creyentes del cambio climático contra los que lo niegan, los amigos de Nagorno…
Autor: Juan Cadarso
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