Un sabihondo de tan sólo nueve años desarbola a los científicos ateos con una pregunta de lo más lacónica, la cual reza así: “¿Por qué la tierra es redonda?”.
Desde un prisma puramente científico, se podría responder que la esfericidad del globo terráqueo permite que el sol alumbre y deje de alumbrar determinados territorios del planeta, de tal modo que existan la noche y el día. Sin embargo, si las leyes de la física fuesen diferentes, podría rotar de otra manera en caso de que tuviese una forma hexagonal o triangular. A su vez, tampoco haría del todo falta que la esfera estuviese ligeramente inclinada.
Así pues, la ciencia nos revela el cómo, pero no el porqué de las cosas. De hecho, el Premio Nobel de Física Arthur L. Schalow lo suscribiría en los siguientes términos: “Me parece que al encontrarse uno frente a frente con las maravillas de la vida y del…
Autor: Ignacio Crespí de Valldaura
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