Autor: Juan Manuel de Prada
Terminábamos nuestro artículo anterior con una observación muy atinada de Concepción Arenal, que nos alertaba sobre los males más pavorosos, que no son los que «las leyes condenan y la opinión anatemiza», sino aquellos que «destrozan el cuerpo social con la tranquilidad de la conciencia y beneplácito de la comunidad». Esta reflexión de Arenal viene como de molde a nuestra época, que el asesinato de sus hijos lo llama ‘derecho a la salud reproductiva’; y que, en la apoteosis de la ‘banalidad del mal’, puede utilizar la misma ley en la que se decreta la matanza legal de inocentes para legislar sobre las bajas laborales por dolor menstrual o el precio de las compresas.
Hay quienes piensan que estas iniquidades cesarán con tan sólo quitar de la poltrona a quienes hacen las leyes, poniendo a otros en su lugar; en lo que actúan con la impaciencia impetuosa e ingenua de Pedro, cuando en…