Tu hijo resucitó, María. Pero, ¿Quién te lo anunció? ¿Vino otro ángel? Después que se marchara el primero, parece que no volvió ningún otro. ¿Cómo fue el encuentro que ya esperarías? Ese que impidió a la muerte ser más fuerte que el «Hágase…» del Creador (Génesis 1, 3). Ese «Hágase…» al que bien supiste responder en el momento crucial con tu «Hágase en mí» (Lucas 1, 38).
Virgen Madre, quiso Dios que aprendieras a escucharlo como hombre; primero en ti, en tu corazón lleno de Él y a Él del todo entregado. Entre exilios, noches de desierto y pérdidas de tu propio hijo y propio Dios, Él te había acostumbrado a ser mujer de silencio, confianza y espera. Aprendiste así que no hay vacío de ti misma que Dios no colme, ni ausencia que no pueda henchirse de esperanza. Por eso, entre la cruz y el Pentecostés, el evangelio no nos dice qué pasó contigo. Prefiere…
Autor: Christian Díaz Yepes
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