En una convocatoria electoral reciente, causó repudio que diversas personas que habían perpetrado delitos sangrientos concurriesen como candidatos. En aquel repudio, sin embargo, asomaba la desenfocada ‘ética’ de nuestra época; pues se pretendía que aquellas personas eran «indignas» por el mero hecho de haber perpetrado tales delitos. La indignidad de aquellas personas nada tenía que ver, en realidad, con los delitos sangrientos que hubiesen podido cometer en el pasado, sino con su adhesión vigente a tales crímenes. Que personas que cometieron crímenes en el pasado concurran a unas elecciones puede, incluso, resultar muy aleccionador, si esas personas antes han abjurado de ellos. Pues nada hay tan edificante como un criminal arrepentido; nada merece tanto respeto como una persona que reconoce sus faltas y muestra un sincero propósito de enmienda.
Recientemente, otro…
Autor: Juan Manuel de Prada

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