Hace pocas semanas que Daisy Strongin tuvo a su segundo hijo. Lo que para muchas mujeres es la norma, para ella es la confirmación de una identidad que, aunque siempre supo que tenía, había jurado combatir. «Nunca estaré embarazada, porque seré un hombre«, declaró poco antes de comenzar la llamada «transición de género», a los 18 años. Su marido y sus hijos han sido recibidos por ella como una «gracia» que ya daba por inalcanzable, tras unas intervenciones que la hacían ver un hipotético y deseado matrimonio como algo biológicamente improbable.
Criada en Elmhurst, Illinois, Daisy sufrió sentimientos encontrados con su identidad femenina desde la infancia. A ello le siguió una profunda depresión y un uso excesivo de Internet y redes sociales que reforzaron su creencia de que ser un hombre lo cambiaría todo.
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Autor: José María Carrera
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