Ante la pregunta de los discípulos a Jesús sobre quién era el mayor en el reino de los cielos, nos enseña Mateo en el capítulo 18 versículo 6 que «cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiese en lo profundo del mar.»
En consonancia con los tiempos que corren, no parece fácil encontrar suficientes piedras de molino para tanto falso «benefactor» o «protector» que, con sibilinos engaños y vanas promesas, es capaz de destruir y aprovecharse de la inocencia de los niños. Por desgracia, es lo que hay en este despiadado y derrumbado mundo no exento de subversivas leyes que irremisiblemente nos conducen al mismo abismo en el que los gestores del Mal campan a sus anchas refugiados en la oscuridad de perversos actos.
Las estadísticas no engañan y el…
Autor: Emilio Domínguez Díaz

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