Hay una especie de reflejo pavloviano que se activa cada vez que InfoVaticana publica algo que incomoda a algún poderoso. No falla. Si criticamos a un obispo que vive como un emir, somos del Yunque. Si denunciamos a un político con cilicio mental, somos del Opus. Y si destapamos un escándalo clerical en Latinoamérica, claro, somos del Sodalicio.
Qué práctico, ¿no? Así no hay que pensar. Basta con sacar el comodín adecuado y listo: el problema no es el hecho denunciado, sino quién lo cuenta.
Nos hemos convertido, para algunos, en una especie de espejo maldito. En vez de mirarse y preguntarse por qué les molesta lo que leen, prefieren acusarnos de formar parte de alguna organización secreta o turbadora, según el gusto del día. Y mientras tanto, el fondo de la cuestión —que suele ser grave, documentado y real— queda en segundo plano. Total, es más fácil gritar…
Autor: Carlos Balén
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