Autor: Juan Cadarso
«Soy un asesino de masas, responsable de la muerte de 75.000 niños inocentes», afirmó en una ocasión el doctor Bernard Nathanson. Si el que fuera director de una de las clínicas donde más abortos se practicaron en todo Occidente hubiera vivido en la Hungría del siglo XXI, probablemente, hoy no se arrepentiría de lo que hizo.
Porque, como él mismo reconoció, lo que le abrió los ojos, a este futuro converso al catolicismo, fue la tecnología. Las técnicas para monitorizar al feto fueron avanzando tanto, que, cada día que pasaba, le iba quedando más claro que lo que allí dentro había era una vida humana. Nathanson abjuró del aborto y abandonó su clínica de Nueva York.
Un paso más por la vida
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