(Sheryl Collmer en Crisis Magazine)-En lugar de poner nuestras esperanzas en un poderoso campeón como el cardenal Pell, parece que Dios quiere que nos demos cuenta de nuestra propia fuerza como cristianos bautizados, y nosotros mismos podemos ser Pell.
La firma de nuestro tiempo es la traición de los poderosos a los pequeños. Los matones del FBI, con el enorme apoyo del gobierno, vigilan a las familias católicas; los manifestantes se consumen en la cárcel durante años sin juicio; los obispos son despojados de su rebaño sin justificación canónica. Y el hombre que más debería cubrirnos las espaldas, el hombre que tiene a su cargo a los pequeños de Dios, en lugar de ello socava la fe y honra a nuestros antagonistas en el Vaticano. No es de extrañar que sintamos la necesidad de un hombre fuerte.
George Pell era uno de ellos, un coloso en sentido literal y figurado. Con su…
Autor: redaccioninfovaticana

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