Henry Graebe estaba destinado a la política para tener responsabilidades en el ámbito terrenal, pero finalmente su vocación de servicio le ha llevado a servir al prójimo a través de la Iglesia como sacerdote. Actualmente es diácono de la Archidiócesis de Filadelfia, y el 21 de mayo será ordenado sacerdote.
Este joven estadounidense estudiaba en la influyente Universidad de Scranton, perteneciente a la Compañía de Jesús. Allí se preparaba para dedicarse al mundo de la política, pero en un viaje de verano a Uganda este joven se planteó por primera vez la posibilidad de ser sacerdote.
“Esa fue la primera vez que consideré una posible vocación, pero no estaba listo para comprometerme con ella en ese momento de mi vida, pero esas semillas fueron plantadas”, explica a Catholic Philly, publicación de la Archidiócesis de Filadelfia.
Graebe pertenece a una familia católica. Son cuatro hermanos, y uno de ellos es ya sacerdote. Sin embargo, Henry recuerda que pese a todo en Secundaria “se apartó de la fe”.
“Llegas a un punto en el que te enfrentas a la pregunta de si vas a hacer tuya la fe, o es algo que vas a seguir haciendo porque así es como te criaron”, explica.
A la vez, este joven fue experimentando un creciente interés por la política, hasta tal punto de querer dedicarse a ella. “Al crecer, la política y la religión eran conversaciones que eran bastante habituales alrededor de la mesa. Siempre me encantó escuchar a mi hermano mayor y a mis padres opinar. Yo quería empezar a contribuir a esta conversación, pero no sólo en la familia, sino en un ámbito más amplio”, añade.
Por esto mismo decidió estudiar Ciencias Políticas en la Universidad de Scranton. En las elecciones presidenciales de 2008 que ganó Obama pasaron por su campus los candidatos, lo que alimentó en él aún más este deseo de servir como político.
Pero justo en ese momento un profesor suyo le ofreció realizar un voluntariado de verano en Uganda, y tuvo que prepararse con el curso “Cristianismo en África”.
“Parecían la gente más pobre del mundo. No tenían zapatos en los pies, ni agua corriente, tenían acceso limitado a alimentos, a atención médica, sin lujos como iPads y Netflix, y todos los demás que tenemos nosotros”, cuenta.
Pese a todo, a Graebe le sorprendió que aún sin tener nada los ugandeses “irradiaban alegría” y “eran las personas más felices que he conocido en mi vida”.
Tras regresar a casa para su tercer año en la universidad, este joven recuerda que todavía se preguntaba sobre la felicidad del pueblo ugandés. Y llega a la clave de todo: “finalmente me di cuenta de que lo único que tenían y que yo no tenía en mi vida era Dios”.
Graebe afirma que esta experiencia lo inició en un «viaje académico de fe». Comenzó a asistir a Misa en una parroquia de Scranton y empezó a visitar a dos jóvenes sacerdotes a quienes describió como “hombres enérgicos y muy santos en la forma en que celebraban la Misa y los sacramentos”.
Este joven universitario comenzó a hacerles preguntas sobre la fe católica, y “siempre tenían respuestas razonables y bien pensadas”, dijo. También habló con su hermano Brian, quien estaba en el Seminario St. Joseph en Yonkers, Nueva York.
“Después de un tiempo me di cuenta de que nuestra fe es razonable y tiene sentido. Es coherente; todo se une tan perfectamente”, agrega.
Tras graduarse en 2009 en Ciencias Políticas, Graebe decidió posponer el inicio de sus estudios en la facultad de Derecho para adquirir experiencia laboral en Washington DC. “Pude viajar a Alaska, Florida, Las Vegas, por todo el país. Tenía que quedarme en buenos hoteles y comer buenas comidas. Parecía que estaba viviendo una gran vida. Tenía todo lo que quería. No me satisfizo”.
Al contrario, sentía que Dios le estaba pidiendo más. Sin embargo, admite que «continuó retrasando» su respuesta a lo que estaba sintiendo, y «tomó… algunos años más, algunos trabajos más» antes de que estuviera listo para discernir una vocación más en serio.
Por recomendación de un amigo, Graebe dice que encontró un director espiritual, un anciano sacerdote del Opus Dei. “Estás demasiado cómodo en la vida en este momento”, le dijo el sacerdote. Tienes que empezar a ir a misa todos los días con más frecuencia. Esto no va a desaparecer. Llevas años pensando en una vocación. Si descubres que tienes una vocación, tienes que responder a esa llamada”.
Poco después de esa conversación, Graebe estaba sentado en el escritorio de su oficina cuando alguien encendió el televisor para la llegada del Papa Francisco en septiembre de 2015 a Filadelfia.
Por primera vez vio el Seminario San Carlos Borromeo. “Nunca había oído hablar de San Carlos. Todos los seminaristas estaban alineados frente al edificio grande y hermoso” esperando al Papa Francisco. Esta visión le ayudó profundamente.
Poco después el joven asistió a un retiro de discernimiento en el seminario de Filadelfia y en 2016 ingresó definitivamente como seminarista. No fue fácil al principio. Necesitó hacer “Un gran ajuste” después de tener dinero, su propio apartamento y hacer su vida, pero “aquí hay una gran fraternidad. Puedo llamar a la puerta de cualquiera; tienes a todos tus amigos viviendo a tu alrededor. Estás rodeado de amigos”.
Habiendo tenido la experiencia de estar alejado de la fe durante varios años y luego regresar a la Iglesia Católica a través del sacramento de la confesión, Graebe dice: “Me gustaría poder corresponder esa experiencia a la gente, estar en el otro lado del confesionario y absolver los pecados. Hay mucha humildad y gratitud en poder hacer eso”.