Autor: Saul Castilblanco Mosos
El gran San Bernardo es el santo de hoy. Uno de los hombres con personalidad más brillante que ha existido en todos los tiempos. Co-fundador de los Templarios. Un coloso.
Redacción (19/08/2022 23:19, Gaudium Press) Hoy conmemoramos al gran San Bernardo de Claraval, el hombre que en sus oraciones, y en toda su vida, demostró una grandísima confianza y amor a la Virgen.
Nace San Bernardo en la Borgoña francesa por vuelta del año 1090. Un dato importante, de cómo la formación en casa es fundamental para la orientación posterior de la vida: Sus padres se esmeraron en que los siete hijos aprendieran latín, buena literatura y sobre todo religión.
No fue San Bernardo desde el inicio un santo, como ciertas biografías pintan a todos los que son elevados a la honra de los altares.
Su lozanía y vigor, su inteligencia brillante, llena de vida, su buen talante y alegría, entre otras causas, hacían que el mundo fuese atraído por él, y que él tuviese una cierta atracción por el mundo. Y por ello su piedad en un tiempo se enfrió, y estuvo inclinado hacia el placer del mundo, también hacia la sensualidad.
La visión que cambió su vida
Pero el mundo también lo hastiaba, no lo hacía pleno, sólo desilusionado.
Y en una Navidad tuvo una visión.
Estando en plenas ceremonias religiosas lo tomó el sueño y vio al Niño Jesús en Belén, en brazos de la Virgen bendita; entonces la Virgen se lo ofrecía a él, Bernardo, para que lo amara y lo hiciera amar de los demás. Desde entonces su deseo ‘obsesivo’ fue entregarse a la religión y apostolado.
Entra al Císter
Fue pues Bernardo al Císter, una de las ramas de los benedictinos, austera, y pidió ser admitido. San Esteban, el superior, allí lo acogió. La alegría era mucha, porque en 15 años no había ingresado ningún nuevo religioso.
Cuando regresó a su casa a contar la noticia, todo fue oposición, tanto de su familia como de sus amigos, que decían que una gran luz sería sepultada en las frías paredes de un convento.
Pero la arrolladora fuerza de personalidad de San Bernardo ahí se mostró, y terminó llevándose a cuatro de sus hermanos mayores y a su tío al Císter. Sólo quedó con su padre (su madre ya había muerto) una hermana que lo cuidaría, y el hermano menor, que velaría de las propiedades. Tiempo después, su hermano pequeño también se iría de religioso, igual que su padre y el esposo de su hermana.
Pero no solo fueron familiares, sino que en total llegaron 31 personas al convento, para ser religiosos con San Bernardo. Todo esto ocurrió en el año 1112, cuando Bernardo tenía 22 años. Era evidente ya el carisma que animaría después a toda la cristiandad, cuando estuviese más regado de gracia, sacrificio y por tanto de virtud.
Se decía incluso que las doncellas tenían temor de que sus prometidos conversasen con Bernardo, pues terminarían de monjes…
Fundador prolífico
Se calcula que en total San Bernardo fundó alrededor de 300 conventos para hombres. Por su apostolado cerca de 900 caballeros hicieron profesión religiosa.
Cuando llevaba 3 años en el Císter, fue enviado por el superior a fundar otro monasterio. Tenía 25 años.
Escogió un lugar árido y rodeado de bosques. Allí sus monjes deberían emplear bastante esfuerzo para poder cosechar algo. Al sitio le puso por nombre Claraval, es decir Valle Claro, pues el sol refulgía en él con peculiar intensidad. Claraval también fue el nombre que quedó asociado perennemente a la figura del gran San Bernardo de Claraval.
Gigantesco predicador, esse era otro de sus dones, casi insuperable. Se le llamó después el ‘Doctor Melifluo’, es decir, aquel cuyas palabras salen de una boca de miel y son dulzura para los oídos. Sobran las explicaciones. Sin embargo sus discursos no sólo eran gracia, sino que la gracia cabalgaba sobre una fuerte preparación de estos sermones; pero consciente que es la gracia lo hace todo, antes de predicar hacía sacrificios, y mucha oración. Y esta fórmula producía efectos insignes en sus oyentes.
Gigantesco devoto de la Virgen
Para medir la devoción a Nuestra Señora de San Bernardo, no es sino pensar que es el compositor de la parte final de la Salve Regina, o como en algunos sitios se la conoce, el ‘Dios te Salve Reina…’ Se podría decir que es la oración mariana perfecta, la del hijo que pone su esperanza y se entrega confiado en brazos de su misericordiosa madre, la del hombre que se sabe pecador, en un valle de lágrimas, pero tiene la mejor abogada junto a Dios. También se le atribuye a San Bernardo el Acordaos, que es algo así como un reto piadoso a la Virgen de que si nunca ha desamparado a nadie, tampoco desampare a este hijo que ahora le pide por medio del Acordaos.
