Autor: Eduardo Gómez
La democracia solo está en condiciones de garantizar la propia democracia, y para que la propia democracia prevalezca, ésta ha de ser el patíbulo de todo lo demás, empezando por la verdad de las cosas. Es la democracia por principio, y no el gobierno de los muchos. El régimen responsable de la validación en sociedad de los asuntos más sórdidos jamás trajinados por la especie humana: desde el aborto, pasando por las leyes de género, hasta llegar a la profanación de tumbas. El proyecto político definitivo según el cual el hombre no ha de someterse a nada, salvo al hombre.
Celebraba el PSOE cuarenta años de su ascenso al poder en España y clamaba Felipe González lo siguiente: “En democracia, la verdad es lo que los ciudadanos creen que es verdad“. Esta monstruosa afirmación, pese a prestarse a todas las canallerías, entraña el desastre político perfecto para un designio teologal. No…

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