Antes de su muerte, el padre Pro le dijo a un amigo: «Si alguna vez me atrapan, estáte preparado para pedirme cosas cuando esté en el cielo». Bromeando, también prometió alegrar a cualquier santo con cara larga que encontrara en el cielo bailando la danza mexicana del sombrero. No sólo este amigo sino muchos en México creían que el padre Pro respondería sus oraciones. Una vieja mujer ciega de la multitud que se acercó a tocar el cuerpo en el funeral, recuperó la visión. En la semana que siguió a su muerte, otros tres testificaron que habían recibido ayuda de él. Al comienzo de la década de 1930, la causa de canonización del padre Pro fue introducida en Roma y fue beatificado por san Juan Pablo II el 25 de septiembre de 1988.
Autor: Jorge López Teulón
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