Feliz Chesterton que pudo escribir sin matizaciones que “la Iglesia es lo único que salva al hombre de la degradante esclavitud de ser hijo de su tiempo”. Hoy en día, hay salvaciones de nuestro tiempo bastante más nítidas, como la literatura y la filosofía, me temo; aunque la fe y la sana doctrina siguen siendo la salvación esencial. La Iglesia, no como Cuerpo Místico, Santa Esposa de Cristo, sino como institución mundana, parece que ha decidido apuntarse a hija de su tiempo también. Su aspiración antaño fue ser madre de los tiempos, y no sólo de sus hijos fieles. Quería dejar su huella en la historia, y así nació Occidente, con este precioso nombre de pila: Cristiandad.
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Autor: Enrique García-Máiquez

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