Matar ya no es una cosa mal vista y vergonzante en España, sino que tiene el aval de honorabilidad de las instituciones; tampoco es una actividad clandestina, furtiva, dispersa, de cuatro hampones, sino que está oficializado, sistematizado, organizado, con eficiencia digna de un Adolf Eichmann, el aplicado contable de la muerte, como si del horario de trenes se tratara.
Raymond Chandler decía que Hammet (el autor de El halcón maltés) “extrajo el crimen del jarrón veneciano y lo depositó en el callejón”. Pues bien, Conde Pumpido, presidente del Constitucional, y Arnado Otegi, coordinador de Bildu, han hecho el viaje inverso. Nos han impuesto la violencia en su expresión más explícita (triturar vidas humanas o hacer un casting electoral con asesinos), y no desde abajo, desde el submundo de los pequeños y medianos delincuentes empujados al crimen por su…
Autor: Alfonso Basallo

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