En los entornos católicos interesados en el ministerio de liberación, es decir, el servicio a las personas que sufren por la acción opresiva específica de lo demoníaco, se está dando un debate acerca de si los laicos pueden dirigirse directamente a los espíritus malignos y expulsarlos con una sencilla orden: “espíritu maligno, en el nombre de Jesús, yo te ordeno que te vayas y dejes en paz a este hijo de Dios”.
O bien, incluso especificando el efecto concreto que causaría el espíritu (y que lo delata): “espíritu de tristeza (o lujuria, o vanidad), en el nombre de Jesús, yo te ordeno que te vayas de Fulanito”.
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Autor: Pablo J. Ginés
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