Hay días en los que uno se siente como si hubiera tropezado con la vida. No hay sangre, pero duele; no hay fractura visible, pero algo dentro se ha torcido. Son heridas invisibles del alma: la culpa que pesa, la rutina que cansa, el miedo que encoge. En esos momentos, no basta un analgésico emocional ni un consejo bienintencionado. Hace falta algo más hondo: una transfusión de gracia.
Autor: Matilde Latorre de Silva
No celebres Halloween, sino quieres rendir a Satán sin saberlo.
Holywins, es la alternativa al culto a los demonios que celebramos cada primero de noviembre Tal vez muchos de nosotros hemos celebrado Halloween cuando éramos niños, porque nos parecía divertido…
¿Sabes lo que sucede durante la celebración de la misa?
Te presentamos una selección de videos y contenido para que puedas conocer qué pasa mientras asistimos a misa, las cosas que suceden y que no podemos ver con nuestros ojos, pero que no por… seguir leyendo
¿Cómo rezar cuándo nos abruma las preocupaciones?
Las emociones que acompañan a las crisis son a menudo descritas como una sensación similar a olas gigantes rompiendo tú alrededor. Por eso, en sus Ejercicios Espirituales, San Ignacio de Loyola proporcionaba el…