Hoy se habla mucho de que lo más importante es el “ser buenos” y no se explica con profundidad lo que esto significa, puesto que la bondad no es una pose ante los demás con las apariencias de aires bondadosos cuando tal vez por dentro, en la interioridad del alma, se vive en podredumbre vital y espiritual (en pecado). Pero ocurre que para justificarnos nos fijamos en las debilidades y fallos de los demás. Decía San Agustín: “No presumamos en absoluto que somos buenos y que vivimos sin pecado. Encomiemos de tal forma la vida, que sigamos pidiendo perdón. En cambio, los hombres sin esperanza, cuanto menos piensan en sus pecados, tanto más curiosos son respecto a los ajenos. No buscan algo que corregir, sino algo para poder hablar mal de los demás. Y, como no son capaces de excusarse, están siempre dispuestos a acusar a otros” (Sermón 19, 2). Cuando uno se considera…
Autor: Monseñor Francisco Pérez González

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