Ya les digo yo que el mundo al revés. Comprendo que cualquier feligrés de cualquier parroquia se enfade si las cosas no se hacen bien. Está en su derecho y en su obligación. Mi experiencia, la mía, es que las quejas y los enfados no suelen tener como motivo nada realmente esencial, sino bobadas y de las gordas.
Hasta ahora, al menos en los últimos años, no se me ha enfadado nadie por predicar en contra de la doctrina de la Iglesia, no recibo quejas sobre liturgia ni reproches porque no rezamos lo suficiente o está desatendido el confesionario. Pero gente enfadada tengo… y la he tenido. Enfadados por los siglos de los siglos. Amén.
Autor: Jorge González Guadalix
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