Autor: Josep Miró i Ardèvol
No se puede concebir la Iglesia como una gran administración (aunque al mismo tiempo necesita una administración mejor que la que ahora posee) ni como una gestora formal de liturgia y sacramentos. La Iglesia cobra sentido en la medida que vive en la fe, la viven todos sus miembros y se esfuerzan en seguir con la mayor fidelidad posible a Jesucristo. Y esto no consiste en un uso permanente de una especie de lenguaje codificado propio de una profesión, como en el ejemplo de sus prácticas. No creo que sobre estas consideraciones exista demasiada controversia, y por mis conversaciones, y no solo lecturas, sé que son muchos los sacerdotes que señalan que esa es la cuestión fundamental, la fe vivida y testimoniada con hechos.
Esta introducción sirva para plantear una reflexión necesaria. En 1959 Balthasar publicó una breve Teología de la Historia de la que Ediciones Encuentro tiene una…

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