En sus sermones sobre el orgullo, el Santo Cura de Ars señala que el demonio, por el pecado, infirió las más crueles y mortales heridas a nuestras pobres almas plantado en ellas las tres pasiones más funestas: el orgullo, la avaricia y la sensualidad.
De estas tres, la soberbia es quizá la pasión más peligrosa y la más común, pues no son muchas las personas que logran, con la gracia de Dios, librarse del terrible pecado del orgullo. Ya que la mayoría, en menor o mayor medida, tendemos a tenernos en gran estima creyendo que somos mejores de lo que en realidad somos. Máxime, cuando desde hace décadas nuestra narcisista sociedad, en su empeño por convertir el vicio en virtud ha hecho del orgullo su bandera y pecado capital, aunque no lo reconozca como tal. Pues, parafraseando al Santo Cura de Ars: el orgullo, fuente de todos los vicios y causa de todos los males que…
Autor: Angélica Barragán
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